sábado, 14 de febrero de 2009

El reproche de un hijo

Lo que paso a relatarles es un caso verìdico de la vida, conocì a una señora de muy avanzada edad (87 años) cuando dicha señora que vamos a llamarla para el relato Domitila, entonces Domitila fue invitada a un colegio de su localidad que dicha sea de paso dicho lugar quedaba en la recóndita selva enmarañada donde realmente se respira el aire puro, donde los animalitos selváticos tienen y gozan de plena libertad, donde los ríos, riachuelos, quebradas y ojos de agua son algo natural, donde se puede apreciar con gran aprecio el amanecer, un amanecer donde todas las aves del campo cantan, un amanecer tan lindo y maravilloso porque se puede apreciar una infinidad de canticos y cantos de aves y entonaciones de otros animales; asimismo se puede apreciar un atardecer con un color indescifrable en el ocaso del sol, solo único visto en dicha zona sur oriente de nuestro rico Perú.

Bueno como seguía contando Domitila vivía ahí con sus cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. El mayor de ellos se llamaba Abigail, la siguiente Angélica, la siguiente Margarita y el pequeño Abraham; Domitila que por su agilidad con el macrame (tejido manual de hilo), era muy admirada y respetada en el pueblo por lo cual fue invitada a su colegio de su pueblo, para motivar a las señoritas y jóvenes que cursaban el cursaban el cuarto grado de educación secundaria, eran aproximadamente unos 45 o 50 estudiantes, al ver a la anciana entrar al aula con tanto entusiasmo, alegría y ganas de vivir todos los estudiantes se pusieron muy atentos y quietos, que normalmente eran jóvenes muy inquietos, traviesos y bulliciosos, sin embargo cuando la maestra los presentó y les explico a que había venido todos los estudiantes jalaron sus carpetas e hicieron un círculo alrededor de Domitila, fue así que empezó la clase práctica de Macremé y todos las señoritas y jóvenes quedaron maravillados por la velocidad de sus manos y la agilidad de ellas para armar lindas figuras que después de un buen rato quedaba todo el acabado como si fuera de fábrica unos tejidos hermosísimos y maravillosos.

Así pasaron los 90 minutos (dos horas pedagógicas de clase), y toco derrepente el bullicios timbre que era la señal que Domitila y la maestra tenía que abandonar el aula, porque ya había acabado su turno; entonces los jóvenes y señoritas con voz implorante le pidieron a Domitila que se quedara un ratito más y les cuente sobre su vida, fue así que sin titubearlo empezó con el siguiente relato:

Cierto día que yo trabajaba en la cosecha de arroz en la chacra con mi hijo el mayor Abigail, él ya tenía 26 años de edad, en la hora que descansábamos y almorzábamos los dos, se acercó hacia mi y mirándome a los ojos me pregunto: ¿Madre tu me quieres?, a lo que de inmediato respondí: Sí, entonces Abigail me dijo: Madre tu no me quieres, porque si me quisieras huabieras hecho de mi un hombre con profesión, y así ya profesional no hubiera estado sufriendo tanto como ahora, debajo del sol, quemándome y donde ya siento morirme, entonces Domitila dice, yo tuve que interrumpirle a su reproche de mi hijo, y le dije: ¿que podía hacer yo si cuando te mandaba al colegio tu no querias ir, me decías que no te gustaba estudiar? entonces Abigail, continuó diciendo: Madre si cuando yo no quería ir al colegio, hubieras agarrado un palo o la correa y me hubieras obligado a ir al colegio, porque tu ya eras una persona mayor y ya sabías que me iba a pasar si no estudiaba, porque has permitido que me quede sin estudio y mira ahora estoy sufriendo mucho. Fue entonces cuenta Domitila, que me cayeron las lágrimas y jamás olvido esa mirada de reproche.
Jóvenes y Señoritas, por favor aprendan algo de este relato real y ahora que tienen la oportunidad de estudiar no la desaprovechen y cuando sean padres obligen a sus hijos a estudiar.

Hasta pronto, Muchas gracias.

Su amiga de siempre, Candela

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